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Llevaba leído algo así como un cuarto del libro cuando lo definí, un poco en chiste, como una historia sacada de una partida ambiciosa del juego Los Sims. Terminé la novela hace unos días y creo que no estuve tan errado.
Cien años de soledad narra la historia de Macondo, un pueblo ficticio, desde su fundación hasta su desaparición, y la de sus habitantes, siempre a través de la familia con más reputación del lugar: los Buendía. Siete generaciones de particularidades y semejanzas, de historias que se repiten y personajes únicos.
¿Qué es lo que engancha tanto en Los Sims, si no es la posibilidad de jugar a ser Dios un rato? Nos presentan personajes, personalidades, miedos, deseos, y a partir de ahí nos queda lo más divertido, dejar correr el tiempo y ver qué pasa. ¿Cómo se relacionan entre ellos? ¿Cumplen sus sueños? ¿Mantienen sus ideales? Esa es la base de esta novela.
Escrita en 1967, con una extensión de entre 400 y 700 páginas según la edición, dividida en capítulos más o menos largos y con pocos diálogos y puntos aparte, Cien años de soledad es, contra todo pronóstico, una novela fresquísima. En parte por lo que comentaba antes. Nos gusta observar. Nos entretiene. En ese sentido, Macondo se vuelve nuestro propio hormiguero. Pero a eso García Márquez le agrega un extra: el realismo mágico.
Explicado en un par de líneas, el realismo mágico es un recurso narrativo en el que lo irreal se trata con la misma naturalidad que lo cotidiano, integrando lo mágico en el mundo real sin cuestionarlo ni volverlo inverosímil. Van a encontrar varias definiciones, más o menos parecidas, pero yo les recomiendo que vayan directo al libro. García Márquez es el mejor y, sin tener las palabras precisas, van a saber exactamente qué significa.
Asumo cierta debilidad ante las historias de vidas: soy fanático de Stoner de John Williams y me gustó mucho también Violeta de Isabel Allende. Si les gustan ese tipo de novelas les doy la bienvenida a su nuevo libro favorito. Y si no, espero que le den una oportunidad. Se van a reír, van a llorar, se van a entretener, y los nombres e historias de Macondo y los Buendía les van a quedar grabados para siempre. Después me cuentan.
Por: Diego Castillo Flores
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