Dos libros sobre la dictadura
La casa de los conejos y Dos veces junio

Portada de La casa de los conejos y Dos veces junio

Tiempo estimado de lectura: 8 minutos

La sombra de la dictadura en Argentina regresa en forma de conversaciones que creíamos resueltas. En este contexto me propuse terminar dos libros que había dejado a principios de año: La casa de los conejos de Laura Alcoba y Dos veces junio de Martín Kohan.

Como persona que escribe, me resulta fascinante pensar en la construcción de las voces narrativas. Quién habla, quién nos va a contar esta parte de la historia, dónde va a poner la atención ese narrador, qué cosas calla y luego qué cosas vamos a intuir y reconstruir desde nuestro rol de lectores.

No elegimos en qué familia nacer, pero sí somos responsables de lo que hacemos con nuestra historia. La protagonista de La casa de los conejos es una niña, hija de militantes, que por circunstancias que se desarrollan en la novela, tiene que ir a vivir a una casa de resistencia de montoneros. Nuestra narradora lo experimenta todo con la naturalidad de la niñez. Su relato no deja de ser inocente en ningún momento mientras se mueve en escenarios y participa de conversaciones que singularizan su infancia.

Hoy es el día en que se limpian las armas. Trato de encontrar un rincón limpio en la mesa atestada de hisopos y cepillos empapados de aceite. Preferiría no ensuciar mi rodaja de pan untada con dulce de leche

Se construye una falsa objetividad sobre las memorias de esta niña que se van desplegando en una narración limpia, clara, ordenada. Nuestra protagonista vive en la violencia de la clandestinidad. El peligro va en aumento en un clima político que llega desde afuera con las noticias de compañeros que van desapareciendo. Ella va a transitar esta etapa de su niñez sintiéndose culpable por no actuar como los adultos que la rodean, que la participan de los planes, y al mismo tiempo queriendo ser sólo una chica que colecciona zapatos, por qué no. Hay una escisión en nuestra protagonista que entiende su situación pero anhela otra infancia. Una infancia sin secretos, sin tener que ocultarse. Sin sentir que camina bajo la mira de un fusil. Recién al finalizar esta novela supe que La casa de los conejos forma parte de una trilogía que, por supuesto, quiero terminar.

En comparación, en el relato de Kohan no vamos a ver charlas de mate ni cajas con zapatos. La mujer embarazada que aparece en el relato de Dos veces junio está en una situación muy distinta. Pareciera que en esta novela nunca sale el sol. El clima de junio atraviesa todo el relato y también está presente en el centro de los personajes. La memoria selectiva de nuestro pueblo está narrada además desde el clima de derrota de un partido de fútbol perdido del que no se habla.

La relación entre el protagonista y el Dr. Mesiano nos muestra un pacto de hombres trasladable a cualquier situación actual. Una lealtad padre-hijo, un respeto a un modo de ser hombre. El protagonista de esta historia siente una admiración que no admite cuestionamiento. Las descripciones de los espacios son precisas, como todo en la novela. Todo está puesto allí por algo. Mientras avanza la narración se nos abren las puertas de un mundo de códigos oscuros que naturaliza el crimen, el delito. Capítulo a capítulo vamos armando esta historia que transcurre en un afuera y un adentro. Una madre prisionera, víctima de las peores vejaciones. Militares que disponen de su cuerpo hasta que ya no quede cuerpo que torturar.

El cuaderno de notas estaba abierto, en medio de la mesa. Había una sola frase escrita en esas dos páginas que quedaban a la vista. Decía: ¿A partir de qué edad se puede empezar a torturar a un niño?

Cuando Mesiano habla encarna lo peor de ciertos discursos que en su idea de superioridad deciden quiénes pueden vivir y quiénes no. Cuando nuestro protagonista no responde, no cuestiona, entendemos cómo funciona la maquinaria del horror y como el silencio opera como aliado.

Ambas novelas abordan la dictadura con un enfoque singular. La casa de los conejos nos recuerda que la niñez no escapa de la brutalidad de un clima represivo, mientras que Kohan nos enfrenta al horror. Dos libros sobre la dictadura, cuya sombra sigue presente entorpeciendo las ilusiones de un futuro donde nuestra identidad y asumir quiénes somos no sea un peligro de vida.

Por: Aldana Dall Oro

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